La dieta de las gaviotas patiamarillas en las islas Medes ha cambiado drásticamente en las últimas décadas, según un estudio que analiza los cambios en la alimentación de esta especie durante los últimos veinte años. Para estas gaviotas, que consumían recursos estrictamente marinos, los vertederos o las industrias cárnicas —bastante abundantes en la zona— son actualmente la fuente de cerca del 50 % de los recursos alimenticios de su dieta.
El incremento de la población humana en la zona de estudio —además de la abundancia y la disponibilidad de residuos orgánicos en los vertederos— explicaría el patrón alimentario actual de las gaviotas, una especie con alta capacidad para adaptarse a los hábitats transformados por la acción humana. En paralelo, la gran disponibilidad de alimento ha disparado las poblaciones de esta ave, situación que conlleva algunas problemáticas, asociadas sobre todo a la interacción directa e indirecta de las aves marinas con las personas.
El trabajo, publicado en la revista Ecological Indicators, está dirigido por miembros del Grupo de Ecología de Aves Marinas de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona. También participan en él equipos del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) y el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CReSA) del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA).
En busca de recursos alimenticios
La actividad humana ha modificado las características del medio natural desde la antigüedad. Una forma de introducir cambios significativos en los ecosistemas y la fauna silvestre es aportar subsidios alimentarios al medio natural, es decir, restos de comida no consumidos por los humanos que otras especies aprovechan. En las últimas décadas, el modelo de consumo humano ha hecho que la producción de subsidios alimentarios haya crecido enormemente, lo que ha llevado a que en la actualidad sean una fuente de alimento esencial para muchas poblaciones de fauna salvaje. Es el caso de los jabalíes —frecuentes en algunas calles de pueblos y ciudades— o las aves marinas que se alimentan de los descartes de pesca en alta mar. A menudo, los incrementos en la disponibilidad de recursos antropogénicos están fuertemente asociados a aumentos poblacionales de las especies que saben aprovecharlos y consumirlos. Estas especies, por tanto, pueden hacerse superabundantes y originar problemas diversos, como molestias en las ciudades, transmisión de enfermedades, accidentes en carreteras o aeropuertos, etc.
La gaviota patiamarilla: alimentarse de los vertederos
La gaviota patiamarilla (Larus michahellis) es una especie completamente adaptada al uso de subsidios alimentarios de origen humano. Esta ave, que originariamente era estrictamente marina, abunda hoy en día en espacios con grandes concentraciones humanas, desde el litoral hasta tierra adentro.
«Esta especie tiene una enorme plasticidad alimentaria y comportamental, y eso hace que pueda alimentarse con diversidad de recursos: desde bocadillos en el patio de una escuela hasta restos procedentes de la industria cárnica, pasando por descartes de pesca y basura de los vertederos», explica el investigador Jazel Ouled-Cheikh, primer autor del artículo y miembro del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB, el IRBio y el ICM-CSIC. «Estos hábitos alimentarios —añade el experto— la convierten en un vector potencial de enfermedades, aparte de favorecer explosiones demográficas, y por tanto hay que estudiar y entender la especie para poder gestionar las poblaciones y evitar posibles conflictos».
En el estudio, el Grupo de Ecología de Aves Marinas detalla cómo ha cambiado la dieta de la población de gaviota patiamarilla de las islas Medes, en L'Estartit (Girona), en los últimos veinte años. Mediante el análisis de isótopos estables, el estudio determina los componentes elementales de las plumas de las gaviotas para estimar y cuantificar la dieta. Las muestras analizadas provienen de muestreos de polluelos volantones realizados in situ en las islas Medes durante la época de reproducción de la especie, desde 2004 hasta 2018. No obstante, la perspectiva temporal del trabajo se amplía gracias al análisis de muestras de plumas de ejemplares disecados procedentes del Museo Darder de Banyoles y del Museo de Historia Natural de Barcelona: una gaviota juvenil de primer año muerta en 1916 y otras tres juveniles fallecidas en los años 90, todas ellas recogidas cerca de las islas Medes.
Las conclusiones del estudio revelan varios cambios significativos en la dieta de la gaviota patiamarilla durante el período de estudio: «En concreto, la dieta de la gaviota ha pasado de basarse en un 70 % de contribución marina —peces, principalmente— en 1916, hasta unos valores de alrededor del 30 % en la actualidad», detalla el experto Jazel Ouled-Cheikh. «En cambio —continúa—, la contribución de elementos procedentes de vertederos (productos cárnicos y otros restos) era relativamente baja en 1916. La presencia de este recurso en la dieta de las gaviotas creció durante la década de los años 90 hasta estabilizarse alrededor del 50 % en la actualidad».
El trabajo también evalúa la contribución de los invertebrados terrestres a la dieta de esta ave marina, ingesta que también se incrementa progresivamente durante todo el periodo de estudio hasta llegar a los valores actuales del 30 %.
«Estas variaciones en la dieta de la población de gaviota patiamarilla de las islas Medes a lo largo del tiempo podrían explicarse básicamente por dos factores oscilantes y estrechamente relacionados: el tamaño poblacional de la colonia de estudio y la disponibilidad de diferentes subsidios alimentarios en el medio», detalla el profesor agregado Raül Ramos (UB-IRBio).
La disponibilidad de los diversos subsidios alimentarios cambia enormemente tanto en el tiempo como en el espacio. La gaviota patiamarilla, como muchas otras especies oportunistas, es capaz de adaptarse a estas variaciones modificando su estrategia de alimentación. Así, individuos de distintas localidades pueden presentar dietas muy diferentes en función de la disponibilidad local de estos recursos. «Además, los mismos individuos pueden adaptar sus horarios y su dieta a los patrones temporales que presentan las actividades humanas que generan estos subsidios. Por ejemplo, son capaces de modificar su dieta durante los fines de semana, cuando no hay pesca y, por tanto, no hay descartes de pesca», destaca Francisco Ramírez, miembro del IRBio y del ICM-CSIC. «Desde un punto de vista ecológico, esta plasticidad les da una cierta ventaja respecto a otras especies más especialistas, y a menudo competidoras, que pueden verse perjudicadas».
Un nuevo escenario para las aves marinas
Este escenario de cambios se agravará aún más con las políticas impulsadas por la Unión Europea, que reducirán los subsidios alimentarios a los que las gaviotas puedan acceder. En este contexto, cabe destacar directrices comunitarias como la Directiva 1999/31/CE relativa al vertido de residuos que conllevará una gran disminución de los desechos disponibles en los vertederos. Igualmente, la presente y futura aplicación del Reglamento 2019/1241 del Parlamento Europeo y del Consejo sobre la conservación de los recursos pesqueros, que comporta la prohibición de tirar por la borda los descartes de pesca, principal fuente de alimento de muchas aves marinas hoy en día, podría acabar con la imagen de las aves marinas siguiendo la ruta de los pesqueros para alimentarse de ellos.
«Si consideramos la falta de disponibilidad de alimento de la gaviota (como mínimo en dos de las tres fuentes que describe el trabajo: restos de vertedero y descartes de pesca), además de la dificultad de cubrir la demanda energética de estas aves exclusivamente con el consumo de invertebrados terrestres, todo apunta a una mayor presencia de gaviotas en las áreas urbanas en un futuro no muy lejano, sin olvidarnos de los problemas asociados que todo ello supone», detallan los investigadores.
«Es esencial, por tanto, continuar la monitorización de la colonia de gaviotas de las islas Medes, que es una de las más importantes del Mediterráneo. Esa monitorización debe contemplar tanto los hábitos alimentarios de esta población de gaviotas como los desplazamientos de los ejemplares (mediante aparatos GPS, por ejemplo), así como el estudio de su papel como reservorio de microorganismos patógenos que pueden transmitir», destaca Marta Cerdà, investigadora del IRTA-CReSA. «Sólo así podremos disponer de datos científicos de calidad para conocer las razones que empujan a esta especie a interaccionar cada vez de forma más intensa y cercana con la sociedad humana, y todos los riesgos asociados que ello implica»
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