As Pontes de García Rodríguez ha decidido abanderar la sostenibilidad y aprovechar los recursos que ofrece este municipio para caminar hacia un modelo de desarrollo circular. En este escenario, la gestión eficiente de los residuos se ha convertido en una prioridad medioambiental; y la educación y la colaboración, en el estandarte con el que liderar la transformación de la sociedad hacia un mundo mejor y más próspero.
La promoción de las tres erres (reducción, reutilización y reciclaje) se ha instalado ya con carácter permanente en la agenda del concello, que no dudó en su momento en obsequiar a sus vecinos con sendas jornadas formativas, complementadas con visitas al complejo industrial de Sogama en Cerceda y a la planta de transferencia de Narón.
El propio edificio constituye el mejor ejemplo de reutilización
Tras esta primera fase instructiva, el municipio se embarcó, con el apoyo de esta empresa pública, en un proyecto experimental que combina el compostaje doméstico con el vermicompostaje a fin de dar una gestión natural a la materia orgánica producida en las viviendas unifamiliares, utilizando el compost resultante en sus huertos y jardines. Un magnífico abono natural codiciado por los agricultores más exigentes.
Pero todas estas actividades perderían parte de su potencial si no fuese por ese telón de fondo que ofrece el Aula del Reciclaje de As Pontes, espejo en el que muchos entes locales podrían mirarse para llevar a cabo esa ardua, pero gratificante labor de educación ambiental.
Porque el propio edificio constituye el mejor ejemplo de reutilización. Antaño, escuela unitaria rural, hoy se ha reconvertido en el principal centro de congregación de conciencias ambientales, tanto vecinales como forasteras, además de punto de referencia para muchos colectivos interesados en la pedagogía ambiental.
100% reciclaje
La esencia de la cultura del reciclaje se concentra en una ecoescuela en donde el propio mobiliario está fabricado con materiales reciclados y reciclables. Sillas, mesas, estanterías y mostradores de cartón, cojines elaborados con telas de saco, neveras reconvertidas en bibliotecas y juegos artesanales en donde tienen cabida los tapones metálicos de las botellas, las anillas de las latas y los envases de yogurt. Todo, hasta lo más inverosímil, tiene una segunda vida.
En la parte inferior del edificio, el visitante se encuentra ante la realidad de las tres erres (reducción, reutilización y reciclaje), con una exposición a través de la cual se espera modificar sus hábitos de consumo. Pero su itinerario no acaba ahí, conocer la historia del reciclaje forma parte del trayecto, e incluso hacer el recorrido completo de una bolsa de basura, desde que sale del hogar hasta que se convierte en nuevos productos. Y para poner a prueba sus conocimientos, nada mejor que darse una vuelta por el patio exterior, donde se pueden encontrar diferentes tipos de contenedores para depositar la lata de refresco, la servilleta de papel usada, el periódico viejo o el tarro de la mermelada.
Ya en el piso superior, la innovación hace acto de presencia. Audiovisuales, internet, exposiciones e incluso una pequeña cocina para que los usuarios se hagan una idea de la ingente cantidad y variedad de desechos que producimos cada día y cómo segregarlos en origen correctamente.
Educadores medioambientales especializados son los encargados de guiar el singular itinerario que ofrece una humilde escuela creada en la década de los 60 para instruir a una generación y que ahora educa a sus hijos para vivir en armonía con el medio.
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