Sogama ha adjudicado a la compañía gallega Fergo Galicia, por un importe de 2.403.400 euros, la construcción y puesta en marcha de una planta de compostaje industrial que la entidad ubicará en las dependencias del vertedero de residuos no peligrosos de Areosa a fin de tratar en la misma la materia orgánica proveniente de grandes productores asentados en las proximidades de la localidad coruñesa de Cerceda (mercados, centros comerciales, restaurantes, hospitales, etc). El fin último es fabricar un compost de calidad que pueda ser utilizado posteriormente en el ámbito agrícola como fertilizante natural y sin restricciones.
Además, con el objetivo de promover la máxima recuperación de los materiales contenidos en la basura, en el caso de aquéllos que no sirvan para compostar, pero sí para reciclar, como es el caso de los metales y los plásticos, serán clasificados previamente para remitirlos a la industria transformadora, garantizando así su posterior conversión en nuevos productos. La pretensión última de esta infraestructura, que se enmarca en el Plan Gallego de Gestión de Residuos Urbanos 2010-2020, es conseguir la mayor valorización posible de los residuos, a través del compostaje y el reciclado, y minimizar las cantidades de rechazos producidos.
Con una capacidad para 15.000 toneladas anuales, las obras de la instalación darán comienzo a finales del próximo mes de agosto, previendo que esté plenamente operativa en junio de 2017.
Proceso técnico
Separados los elementos susceptibles de ser reciclados, en una primera fase la materia orgánica se introduce en pilas cerradas con inyecciones de aire durante un período de entre 6 y 8 semanas a fin de que ésta fermente y comience a transformarse en “compost primario”. Posteriormente, se traslada a otras pilas diferentes con volteo y agitación de aire, introduciéndose así en la fase de maduración, que dura entre 6 y 10 semanas, dependiendo de factores tales como la temperatura y el grado de humedad. El circuito concluye con el afine final, donde se retiran las partículas pesadas y otros elementos impropios, acondicionando tres tipos de material: el rechazo, que no es compost, y que se valorizará material y/o energéticamente; un compost de nivel 1, que es el grueso; y un compost de nivel óptimo, que es el fino, utilizando ambos como enmienda orgánica a aplicar en los suelos para aportarles nutrientes y mejorar su estructura.
Se estima una producción final de 3.000/4.000 toneladas de compost al año. No obstante, para que el producto final cumpla con las especificaciones técnicas establecidas y pueda ser aplicado con garantías, resulta necesario que haya previamente una correcta selección de los residuos orgánicos en origen.
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