Los nanoplásticos alteran las funciones de una microalga básica en los ecosistemas marinos

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    Phaeodactylum tricornutum. (Imagen: ICMAN)
  • Un equipo internacional ha evidenciado cómo la capacidad de las telas de carbón activado para limpiar el agua de contaminantes se mejora con la presencia de bacterias, como la E. Coli.
  • El trabajo se ha centrado en la eliminación de los bisfenoles A y S, dos compuestos creados artificialmente y empleados en la fabricación de ciertos plásticos como el de botellas o biberones.
  • Investigaciones recientes alertan del efecto negativo de estas sustancias sobre el sistema endocrino de las personas, especialmente durante la infancia, y de su creciente presencia en ríos o lagos.

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Fundación Descubre
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Investigadores del Instituto de Ciencias Marinas de  Andalucía (ICMAN-CSIC), junto con las universidades de Cádiz y Siena (Italia), han constatado que las pequeñas partículas de plástico alteran funciones y el propio ADN de un alga marina del grupo de las diatomeas. Esta toxicidad, que se evidencia ya a las 24 horas, se produce sin que sea relevante el tamaño de la partícula, cuando lo habitual es que un menor volumen suponga mayor impacto.

La investigadora del ICMAN Marta Sendra, responsable del estudio, indica a Fundación Descubre que el análisis se centra en uno de los plásticos más ampliamente encontrados durante muestreo en el océano. “Nos centramos en el poliestireno y su influencia en un alga unicelular, básica como productor primario para los ecosistemas marinos: cualquier cambio en ellas ocasionará unas consecuencia inmediatas en los siguientes eslabones de la cadena alimenticia”, apunta.

Para llegar a estos resultados, los expertos han empleado una tecnología que genera mucha información en poco tiempo, pues evalúa 10.000 células una a una en un minuto. El análisis ha revelado que el alga es capaz de adaptarse a variables que generan los fragmentos de poliestireno.


La investigadora del ICMAN Marta Sendra, responsable del estudio. Imagen: CSIC.

Los investigadores confirman otro aspecto sobre la toxicidad: “Siempre habíamos observado que, mientras más pequeño el material, más efecto negativo tiene en la microalga; en este caso las partículas de poliestireno de 50 nanometros no fueron más tóxicas que las de 100”, explica Sendra.

La degradación de polímeros plásticos genera fragmentos micro (menos de 5 milímetros) y nano (menos de una micra). La investigadora señala que el objetivo es saber más del comportamiento sobre todo de las partículas nano, mucho menos conocidas. Todo ello, ante una situación de la que Sendra alerta: “El volumen de basura plástica ya es alarmante en cualquier sitio de la costa”.


Julián Blasco, investigador del ICMAN
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La investigación, realizada desde el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía ubicado en Puerto Real (Cádiz), desvela daños de distinto rango a las 24 y las 72 horas. Según el trabajo publicado en la revista Enviromental Pollution –titulado ‘Are the primary characteristics of polystyrene nanoplastics responsible for toxicity and ad/absorption in the marine diatom Phaeodactylum tricornutum?’– resulta evidente la toxicidad. “A las 24 horas se observó mayor estrés oxidativo, daño al aparato fotosintético y al ADN”, explica Sendra. “Después de 72 horas aparece inhibición del crecimiento de la población y el contenido de clorofila de la diatomea Phaeodactylum tricornutum”, precisa.


Ignacio Moreno, investigador del ICMAN.

El trabajo cuenta con la financiación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, y el Campus de Excelencia del Mar (CEI-MAR), y continuará con especies como la artemia, un crustáceo y el sistema inmune del mejillón.

Abundancia en los océanos

La existencia de un gran volumen de basura plástica en las zonas oceánicas y costeras es una de las mayores preocupaciones ambientales actuales, pues sus impactos en los organismos marinos, además de visuales, se van verificando como de extraordinaria relevancia en los ecosistemas.

Entre estos residuos sobresale el poliestireno, al ser de uso intensísimo en los actuales hábitos de consumo. Los recipientes de yogures, de cedés, cajas para pescado o para televisores (ambas con ese plástico que forma ‘bolitas de nieve’), maquinillas de usar y tirar, embalajes de hamburguesas, cascos de ciclismo, aislante térmico o acústico son algunas de sus aplicaciones.


Restos de basura en la playa.

Las partículas en las que termina convertido alteran el entorno marino de las más de 20.000 especies vivas de diatomeas, responsables de un 20% de la producción primaria de los océanos. Phaeodactylum tricornutum es una especie de referencia, ya que fue la segunda con el genoma completamente secuenciado. Tiene un alto interés farmacéutico y alimentario por su alta producción de compuestos orgánicos, como lípidos o polifenoles.

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