El año en que dijimos adiós a las pajitas de plástico

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Sobre el blog

Juana Fernández-Rodríguez
Profesora Titular-Área de Ingeniería Química. Investigadora del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente de la Universidad de Navarra., Universidad de Navarra.

El uso de los plásticos se ha extendido a nivel mundial por las características inherentes al material, como ligereza, durabilidad y bajo coste, entre otras. En 2019, se produjeron 370 millones de toneladas de plástico en el mundo. De ellas, casi 58 millones de toneladas correspondieron a Europa. Hay que considerar que esta cifra será muy superior en los balances actuales debido a la pandemia de la covid-19, aunque aún no se pueden encontrar datos definitivos.

Por otra parte, la Estrategia Española de Economía Circular (EEC) para 2030 se fundamenta en un modelo de producción y consumo responsables, basado en mantener el valor de los productos durante toda la cadena, fomentando la mínima generación de residuos y el mínimo uso de materia prima virgen.

Además, desde la Comisión Europea, con las ideas de economía circular y residuo cero como banderas, se promueve la reutilización de los materiales plásticos, evitando aquellos de un solo uso, junto con una valorización eficiente de los residuos producidos preferiblemente mediante reciclaje.

El ciclo de vida del plástico

En este contexto, resulta necesario entender el ciclo de vida de este tipo de materiales. El proceso comienza con la transformación de las materias primas (de fuentes vírgenes o recicladas) hasta productos terminados mediante diferentes metodologías, como moldeo por extrusión, inyección o soplado, entre otros.

En esta parte de la fabricación del producto, como resultado del proceso industrial, se puede generar un residuo limpio y de composición estable y conocida. Este residuo procedente del excedente industrial de las industrias del plástico se considera como el de mayor calidad de cara al reciclaje de los plásticos.

A continuación, se comercializa el producto en el mercado consumidor y, tras finalizar su vida útil, se convierte en un residuo postconsumo. Se estima que 29 millones de toneladas de plástico postconsumo se generaron en Europa en 2018.

Reutilización, reciclaje o desecho

Una de las principales características de los residuos plásticos es la variabilidad en su composición y su baja biodegradabilidad. Además, pueden aparecer combinados con otros sustratos como materia orgánica, papel o metales no férricos como aluminio. Esto dificulta y, en ocasiones, imposibilita su reciclaje.

En general, con la idea de facilitar el proceso de reciclaje, se deben fomentar los materiales limpios y monoplásticos, de un solo componente, frente a materiales formados por varios polímeros o componentes.

En el caso de que la región no disponga de un circuito de recogida y separación de plásticos urbanos ni ningún tipo de tratamiento alternativo, irían destinados a vertedero. Sin embargo, siguiendo la jerarquía de la gestión de residuos, la última opción debe ser el depósito en vertedero, debido a los graves problemas ambientales que conlleva, como emisiones gaseosas contaminantes, ocupación de espacio, pérdida de biodiversidad, impacto paisajístico y conflictos sociales, entre muchos otros.

En todo caso, se fomenta la reutilización de plásticos como opción prioritaria, seguida del reciclaje. Dependiendo de los sistemas de recogida existentes, los plásticos son separados en origen, con una separación posterior más exhaustiva en una planta industrial, y reciclados, si procede, en nuevos materiales.

Uno de los principales problemas en las plantas de separación de residuos es el diferente tamaño que puede presentar este tipo de materiales. Los más voluminosos son separados al inicio del proceso, de forma que en la corriente de residuos quedan los materiales plásticos más pequeños.

En una de las etapas finales de separación de residuos urbanos, se obtiene la fracción resto, cuyo reciclaje no se considera viable y va a vertedero. Muchos plásticos de pequeño tamaño acaban en la fracción resto debido a la limitación de la eficiencia en el proceso de separación, por lo que su destino es el vertedero, sin ninguna opción de reciclaje.

Por otra parte, el hecho de que los plásticos de menor tamaño tengan más superficie específica propicia la aparición de microplásticos. Estos causan serios problemas ambientales, especialmente en ecosistemas acuáticos.

Los plásticos de un solo uso

El 18 de mayo de 2021, el Gobierno de España remitió a las Cortes el proyecto de Ley de residuos y suelos contaminados con el objetivo de impulsar una economía circular y baja en carbono. El documento estableció limitaciones a los plásticos de un solo uso, incluyendo restricciones a su introducción en el mercado y la obligación de informar al consumidor, tal como se avanzaba en el anteproyecto de ley publicado el 2 de junio de 2020. Para disuadir del consumo de este tipo de plásticos, la ley establecerá un impuesto sobre este tipo de materiales.

Entre otras medidas, y según el proyecto de ley presentado, a partir del pasado 3 de julio quedaba prohibida la introducción en el mercado de los siguientes materiales si se elaboraban a base de plásticos:

  • bastoncillos de algodón (excepto si se trata de material de uso sanitario),

  • cubiertos y platos,

  • pajitas y agitadores de bebidas,

  • palitos para sujetar globos (excepto para uso industrial),

  • recipientes y tapas elaborados en poliestireno expandido.

También se prohibía la introducción en el mercado de cosméticos y detergentes con adición intencionada de microplásticos.

Por otra parte, el proyecto de ley recoge requisitos de diseño de los envases, como que las tapas y tapones deben ir unidos al recipiente principal a partir de 2025. El objetivo de esta medida es impedir que el tapón acabe separándose del recipiente en el proceso de transporte y gestión del residuo. Básicamente, se pretende evitar que el tapón, junto con bastoncillos y pajitas de plástico, acabe en la fracción resto con destino vertedero.

Si recientemente ha comprado en el supermercado el típico tetrabrick de bebida individual que incluye pajita, habrá observado que la pajita es de cartón. O quizá haya adquirido un envase de bastoncillos para la higiene de los oídos y se ha fijado en que están elaborados con cartón en vez de plástico. Las medidas adoptadas pretenden modificar nuestros hábitos de consumo, lo que puede suponer un gran impulso a la conservación medioambiental. Pequeños gestos consiguen grandes retos.

The Conversation

Juana Fernández-Rodríguez, Profesora Titular-Área de Ingeniería Química, Universidad de Navarra. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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