Como ya hice en iAgua, inicio una ronda de entrevistas con gente que trabaja en temas vinculados a la temática de este blog. La primera protagonista de estas ConveRRRsaciones es Mª Teresa de Febrer que, por cierto, también pasó por las conversaciones en azul y marrón de iAgua, así que repito en mi agradecimiento. Mª Teresa es antigua compañera de mi paso por Prosalus, organización en la que continúa trabajando como parte del equipo del departamento de sensibilización e incidencia. Prosalus es la promotora de la iniciativa Yonodesperdicio. Precisamente de esta idea y del desperdicio de alimentos he conveRRRsado con Mª Teresa. A continuación os dejo lo que me contó.
Pregunta: Para empezar, ¿podrías darnos algunas cifras sobre la magnitud del desperdicio de alimentos?
Respuesta: Resulta complicado dar cifras incluso aproximadas del desperdicio de alimentos porque, normalmente, no reconocemos que desperdiciamos alimentos. Los primeros datos los proporcionó la FAO en 2011: un tercio de la producción mundial de alimentos se desperdicia, lo que equivale a unos 1.300 millones de toneladas, de los cuales unos 89 millones de toneladas corresponden a los países de la Unión Europea, lo que supone unos 180 kilos por persona y año. España es el sexto país de la Unión Europea que más alimentos desperdicia: más de siete millones de toneladas al año, siendo el pan, las frutas y verduras junto con los productos lácteos los alimentos que más desechamos.
Según datos suministrados por Eurostat, el 42% del desperdicio de alimentos se produce en los hogares, el 39% en las fases de procesamiento y transformación, el 14% en los restaurantes y el 5% en establecimientos de venta.
P: ¿Qué consecuencias tiene para el medio ambiente y la población más vulnerable del Norte y del Sur?
R: Además de las cuestiones éticas y nutricionales, el desperdicio de alimentos tiene graves consecuencias económicas, sociales y medioambientales. Las pérdidas económicas asociadas al desperdicio de alimentos se calculan en unos 580.000 millones de euros en todo el mundo. Si incorporamos las externalidades y los costes sociales y medio ambientales asociados, las pérdidas económicas pueden cifrarse en torno a los 2 billones de euros.
Las repercusiones medioambientales se relacionan, en primer lugar, con la huella de carbono del desperdicio de alimentos que se estima en 3,3 gigatoneladas equivalentes de C02; en segundo lugar, la producción de alimentos que acaba en desperdicio ocupa casi 1.400 millones de hectáreas de tierra, cerca del 30% de la superficie de la tierra agrícola mundial; en tercer lugar, el desperdicio de alimentos supone pérdida de recursos hídricos superficiales y subterráneos, aproximadamente 250 kilómetros cúbicos al año, es decir, más de una cuarta parte del uso consuntivo total de los recursos de agua dulce; por último, las pérdidas conllevan el desperdicio de más de 300 millones de barriles de petróleo al año.
A todo ello hay que añadir las graves repercusiones para las personas más vulnerables del planeta porque el desperdicio de alimentos es una de las causas que agravan el problema del hambre ya que supone una reducción de la disponibilidad global de alimentos para el consumo humano al tiempo que favorece el aumento del precio de los alimentos. Asimismo, pone en peligro la sostenibilidad alimentaria a medio y largo plazo de las generaciones futuras.
P: Hace algún tiempo pusisteis en marcha la iniciativa Yonodesperdicio. De los contenidos y propuestas, ¿qué interesa más a la gente? ¿Estamos preparados para intercambiar alimentos que nos sobran o todavía queda mucho camino por recorrer?
R: La iniciativa Yonodesperdicio que ha puesto en marcha Prosalus se apoya en tres herramientas: una web pública y abierta para sensibilización en la que se pueden encontrar noticias acerca del desperdicio de alimentos, trucos y recetas para el aprovechamiento de los alimentos, así como un apartado para visibilizar iniciativas sociales. La segunda herramienta es una aplicación web restringida a usuarios registrados de forma gratuita a quienes se pide solo su identificación y la dirección de correo electrónico. Las personas registradas pueden acceder a determinadas funcionalidades de la web, como subir recetas y trucos y, lo que más nos interesa, pueden compartir alimentos con otras personas usuarias registradas.
Actualmente, lo que más interesa es la información que facilitamos, los trucos y las recetas. Compartir alimentos todavía no es una práctica habitual, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos. En España queda mucho camino por recorrer para que, en primer lugar, reconozcamos que tiramos a la basura alimentos que podríamos compartir en lugar de desperdiciar y, lo más importante, no apreciamos los alimentos en su justa medida: confundimos valor y precio.
P: La ley francesa que prohibe a los supermercados tirar o destruir los alimentos que no venden y les obliga a entregarlos a bancos de alimentos ha dado que hablar. Se oyen voces que la consideran un gran paso adelante y otras que, pese a reconocer la mejora, la critican porque dicen que es un parche al problema de la pobreza en Francia, que tiene un enfoque caritativo y no de justicia. ¿Qué opinas al respecto?
R: La ley francesa ha supuesto un primer paso, importante, para que el desperdicio de alimentos sea regulado en el ámbito legislativo. En mi opinión, no debe considerarse como un parche al problema de la pobreza en Francia porque, si bien el desperdicio de alimentos tiene repercusiones muy graves para las personas vulnerables, se trata de un tema que nos afecta a todos y se produce en todos los eslabones de la cadena alimentaria. Muchos medios de comunicación han destacado que la ley va a suponer el reparto de 10 millones más de platos de comida a los que tendrán acceso personas sin recursos, pero hay que ir más allá de ese dato y ser conscientes de que el destino de la comida no es la basura y el desperdicio cero de alimentos debe ser un objetivo global. Las leyes nacionales pueden ser una buena herramienta para alcanzarlo.
P: Me gustó mucho una iniciativa en Change que hacía un llamamiento a supermercados y tiendas de alimentación para que vendieran fruta fea. ¿Cómo hemos llegado al absurdo de que nos importe más la apariencia del alimento que su sabor o sus propiedades?
R: La iniciativa en Change fue muy interesante porque demostró que muchas veces obramos y tomamos decisiones sin saber a ciencia cierta sus consecuencias. La fruta fea puede tener los mismos nutrientes que la fruta bonita; sin embargo, como decimos muchas veces, “se come más con los ojos que con la boca” pero las razones estéticas carecen de base científica. De hecho, en muchos países, han aparecido iniciativas que nos animan a consumir fruta fea, como ya ocurre en Portugal “La gente guapa come fruta fea”, el eslogan de la iniciativa Frutafeia que está salvando de la basura grandes cantidades de fruta que no cumple con las normas estéticas, en muchos casos excesivamente estrictas, pero su sabor y calidad permanecen inalterados.
P: ¿Qué le decís a los que consideran imposible o muy complicado reducir el desperdicio de alimentos?
R: A las pruebas nos remitimos: hay muchas iniciativas en otros tantos países que demuestran que se está reduciendo el desperdicio de alimentos gracias a la sensibilización ciudadana. Asimismo, en el ámbito legislativo, van apareciendo normativas nacionales cuyo objetivo es reducir el desperdicio de alimentos. En la Unión Europea, desde la Comisión se está promoviendo la economía circular para apoyar el crecimiento sostenible uno de cuyos retos es la reducción de los residuos alimentarios, incluso se está considerando la presentación de propuestas específicas para su reducción.
P: Al margen de vuestro trabajo, ¿podrías destacar una campaña o iniciativa para contribuir al objetivo de la reducción del desperdicio de alimentos?
R: Como ya he comentado, existen muchas iniciativas, plataformas y redes cuyo objetivo es contribuir a la disminución del desperdicio de alimentos. En vez de destacar alguna de ellas sugiero que, quien tenga interés por conocerlas, puede encontrar información en la web de Yonodesperdicio.
ConveRRRsaciones es el título de una serie de entrevistas con personas vinculadas con la promoción del consumo responsable. Desde un enfoque amplio, el objetivo es ampliar miradas, analizar alternativas y profundizar en el papel de la ciudadanía en la construcción de un mundo más justo a través de cambios en las pautas de consumo.
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