Pero… ¿tiene arreglo? de Alberto Vizcaíno fue una de mis lecturas del verano (gracias Alberto por enmendar el error de los Reyes). De las muchas cosas interesantes que he encontrado entre sus páginas me gustaría compartir unas cuantas líneas merecedoras, desde mi punto de vista, de especial atención. Las destaco especialmente por varios motivos. En primer lugar porque giran en torno a dos temas de los que he escrito de vez en cuando en este blog; en segundo lugar porque creo que refuerzan la idea de que hay que darle una vuelta a las estrategias de promoción del consumo responsable hasta ahora centradas principalmente en el papel del consumidor, como he compartido en alguna ocasión en mi página web; y en tercer lugar porque está explicado tan claramente que ya sólo por eso merecería ser compartido.
Espero que las próximas líneas os interesen y os animen a leer el libro completo, merece la pena.
“(…) el envase de usar y tirar condiciona nuestra forma de consumir, entre otras muchas cosas, alimentos. En primer lugar porque las cantidades vienen definidas por un agente distinto del consumidor, luego, difícilmente, el criterio sobre esa cantidad será la necesidad del consumidor.
¿Por qué tengo que llevar 5 kilos de patatas o media docena de cebollas? ¿No se pueden comercializar yogures de uno en uno? ¿Qué pasa si quiero 16 lonchas de queso -por ejemplo en mi casa comemos sándwich de 8 en 8 con dos lonas en cada uno- cuando las venden en paquetes de 12? ¿Me llevo 24 a casa y dejo que 8 se estropeen? ¿Me acordaré la próxima vez que acuda al hipermercado de que hay ocho lonchas de queso en alguna parte de la nevera o compraré otra vez dos paquetes, por si acaso?
Siguiendo con este último razonamiento: el envase de usar y tirar favorece un tipo de consumo irresponsable, basado en decisiones compulsivas en los pasillos del hipermercado.
Si tuviéramos un modelo basado en envases retornables lo primero que haríamos antes de ir a la compra, al menos una parte importante de los consumidores, es coger los envases vacíos para devolverlos a los establecimientos donde los compramos. Este gesto nos incentivaría a planificar la compra y hacer un consumo más responsable.
No cargaríamos otro paquete de latas de refresco alegremente ‘por si acaso’, quizá reflexionaríamos sobre cuantas cervezas nos quedan en la nevera y cuántas nos vamos a tomar hasta la próxima compra”.
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